Los inspectores nucleares desconectan las centrifugadoras de la planta de Natanz


Los inspectores de la Agencia Internacional para la Energía Atómica (AIEA) están desconectando las centrifugadoras de enriquecimiento de uranio de la planta nuclear iraní de Natanz. La medida, anunciada a la cadena de televisión estatal iraní por el jefe de la Agencia para la Energía Atómica de Irán, Ali Akbar Salehi, se enmarca en día de examen para Irán. Este lunes entra en vigor el acuerdo alcanzado hace dos meses en Ginebra para resolver los recelos por su programa nuclear. Desde el pasado sábado, un grupo de inspectores del Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA) verifica que Teherán cumple su parte del compromiso (es decir, que ha emprendido las medidas necesarias para cesar el enriquecimiento de uranio por encima del 5% y empezar a diluir el que ha almacenado al 20%). Si el informe que los expertos van emitir esta mañana es positivo, la República Islámica podrá acceder durante los próximos seis meses a 4.200 millones de dólares (unos 3.100 millones de euros) que tiene bloqueados en distintas partes del mundo, para adquirir bienes y servicios, sobre todo repuestos para su aviones.

Esa cantidad es apenas una fracción de los alrededor de 100.000 millones de dólares en que se estiman los haberes que Irán tienecongelados a causa de las sanciones económicas y financieras por su programa atómico. Pero se trata de un primer paso que le permitirá empezar a recuperar las ganancias de la venta de su petróleo, y supondrá un alivio para las maltrechas arcas nacionales. Teherán tiene que identificar de dónde quiere sacar el dinero, pero la Unión Europea se presenta como uno de los lugares clave para empezar a relajar el castigo internacional.
Los embajadores de los Veintiocho ya pactaron el pasado jueves las modificaciones jurídicas necesarias para hacer posible esa suavización de las sanciones nada más que se conozca el resultado de la investigación. Si los inspectores informan favorablemente, la jefa de la diplomacia europea, Catherine Ashton, que coordina las negociaciones de las potencias con Irán, sólo tendrá que hacer una consulta formal a los Seis (EEUU, Rusia, China, Reino Unido, Francia y Alemania), pero cuando someta el asunto a los ministros no requerirá ya mayor discusión y podrá publicarse en el diario oficial de la UE hoy mismo.
La voluntad de reanudar los intercambios con Irán se ha hecho evidente en las últimas semanas. Desde el pasado diciembre, han acudido a Teherán más delegaciones europeas que en todo 2013. Además de las visitas de la ministra italiana de Exteriores, Emma Bonino, y la del ex jefe del Foreign Office británico Jack Straw, también se han anunciado las de los primeros ministros de Italia y Polonia, y delegaciones comerciales de Italia, Irlanda y Francia. La propia Ashton tiene previsto viajar la capital iraní en fechas próximas. Antes de que las sanciones les obligaran a cerrar sus operaciones, Alemania e Italia eran los principales socios comerciales de la República Islámica a quien vendían maquinaría y productos químicos a cambio de petróleo.
A corto plazo, las oportunidades de negocio bajo el acuerdo provisional se limitan a los sectores de la alimentación y bienes de consumo, medicinas, coches y productos petroquímicos dado que la mayoría de las sanciones se mantiene a la espera de un pacto definitivo. No obstante, el potencial de un mercado de 80 millones de personas, el último de ese calibre que permanece cerrado, convierte a Irán, que además dispone de muy importantes reservas de gas y de petróleo, en un objetivo muy atractivo.
“Espero que la puesta en marcha de la primera fase del Plan de Acción de Ginebra (…) abra la vía a unas negociaciones sólidas para una solución global”, ha manifestado el ministro iraní de Exteriores, Mohamed Javad Zarif, en su página de Facebook.
Zarif se refiere a que a partir de ahora su país y las grandes potencias disponen de seis meses para lograr un acuerdo más amplio que ponga fin al conflicto sobre el controvertido programa atómico iraní. Desde su descubrimiento en el verano de 2002, Washington y sus aliados han sospechado que escondía un objetivo militar. Irán siempre lo ha negado, pero el tono desafiante y la actitud provocadora de su anterior presidente, Mahmud Ahmadineyad, sólo reforzó las sospechas. La llegada al Gobierno de Hasan Rohaní, el año pasado, ha supuesto un cambio de lenguaje y de actitud que ha despertado esperanzas.
De momento, Estados Unidos mantiene la cautela. Por un lado, el presidente Barack Obama se ha esforzado ante el Congreso para evitar que sus miembros votaran nuevas sanciones que pongan en peligro las actuales negociaciones. Sin embargo, su Gobierno no baja la guardia y sigue insistiendo en que las sanciones que han dejado a Irán fuera del sistema de pagos internacional continúan en pie. El vicesecretario del Tesoro, David Cohen, visitó varias capitales europeas durante la semana pasada con el mensaje de que “Irán no está abierto para los negocios”. En palabras de uno de sus acompañantes, recogidas por Reuters, “hay algunas oportunidades, pero son limitadas”.
Sea como fuere, los iraníes están dispuestos a explotarlas al máximo. Así lo prueba la anunciada presencia de Rohaní en Davos esta semana, con el objetivo de cortejar a los ejecutivos de las grandes multinacionales. Aunque aún falten meses de arduas negociaciones antes de que se alcance un acuerdo definitivo, y nada garantiza que vaya a lograrse, el interés de esas empresas puede convertirse en un gran aliado del presidente iraní, de cuya apuesta por resolver el contencioso nuclear depende que su país se reintegre en la comunidad internacional o se descuelgue para siempre.