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Un mafioso georgiano: «Sois muy 

buenos policías, pero no os acompañan

 las leyes»

Pablo Muñoz - Madrid - 03.08.2015

La mayor red de asaltantes de casas pensaban (y acertaron) que pronto saldrían libres

Noche del 3 de julio pasado, calabozos de la Jefatura Superior de Policía de Madrid. El Grupo XI de la UDEV de la Brigada Judicial, la Brigada Central de Crimen Organizado y la UDEF Central acaban de asestar un durísimo golpe a una mafia georgiana con conexiones internacionales dirigida por el «vor v zakone» o «kanonieri kurdi» Zviad Darsadze. Todo ha salido a pedir de boca. Los arrestos han sido limpios y los registros positivos. Un investigador habla con un lugarteniente del capo, que le espeta: «Los policías españoles sois muy buenos, pero no os acompañan las leyes». Estaba convencido de que en unos días saldría libre, y acertó; tras ingresar en la cárcel el día 5 por orden del juez de guardia, el 13, a los diez exactos de la «tirada» (detenciones, en el argot policial), el juez de Instrucción número 43 lo dejaba en la calle con los otros 18 encarcelados.
La reveladora escena se remató con dos anécdotas más: la primera, que el mismo tipo añadió al policía que «en Rusia ya tendría la nariz en la nuca», para remarcar las diferencias entre un país y otro; la segunda, que las risas y buen ambiente entre los detenidos -«el único que os ha podido juntar a todos soy yo», bromeó el agente- se cortó de raíz cuando vieron aparecer a Darsadze. Entonces sí se preocuparon.

Complejidad extrema

Pero hasta llegar a esa noche del 3 de julio la Policía había hecho una investigación de complejidad extrema, cuyos primeros pasos se remontan a 2013. El Grupo de Robos de la Brigada de Madrid se enfrentaba a un aumento de los asaltos a viviendas en las que no había signos externos de violencia y se utilizaban medios técnicos sofisticados. Pronto hubo detenciones, y hubo dos datos que llamaron la atención: por una parte, los arrestados llevaban documentos falsos de países Schengen -checos, lituanos y búlgaros especialmente-, pero en las lecturas de derechos pedían intérpretes de ruso o inglés; y cuando caían por segunda vez -siempre tenía que ser in fraganti, por su forma de «trabajar»-, algunos ya admitían que eran georgianos...
A finales de ese año se detectaron dos células que actuaban en Retiro y que cuyos miembros fueron detenidos. En ese momento, saltó otro dato de interés: los delincuentes siempre llamaban a la misma persona de contacto, Merab Toroshelidze, y éste siempre les proporcionaba la misma abogada... Los investigadores, por supuesto, se fijaron un poco más en este individuo y descubrieron algo interesante: uno de los que quedaron en libertad voló de Madrid a Amsterdam con un billete pagado por ese personaje, que dio el correo electrónico de la tienda de informática Aikon de la calle de Rafael del Riego, cerca de Atocha y frecuentada por georgianos. La operación ya tenía nombre: «Aikon».
La Brigada de Policía Judicial de Madrid comenzó a trabajar con la hipótesis de que se enfrentaba con una importante red criminal y que el tal Merab tenía un papel clave. Es más: a partir de él conoció la estructura de la trama, solo con seguimientos porque por entonces ni siquiera estaba judicializada la investigación. Pronto se fueron identificando células, que eran fotografiadas, en un trabajo de calle discreto -los criminales nunca «mordieron» a los agentes- y eficaz. La sorpresa saltó en agosto de 2014, cuando en una de las fotografías apareció a un tipo de 1,75 metros de altura, poco pelo blanco y fibroso... Fue reconocido como Zviad Darsadze, en libertad bajo fianza por la operación Java. Había, pues, una red y se conocía quién la mandaba.

Una «mina»

Merab Toroshelidze se convirtió en una «mina» para los investigadores. Primero fue detenido por agentes de Arganzuela por receptación, y luego su seguimiento les llevó a una tienda de compraventa de oro en Sol y a otra de herramientas. Se hizo una inspección en la primera y se intervinieron 20 relojes, pero solo cuatro pudieron vincularse a dos robos concretos. En cualquier caso, estaba claro que ese papel también lo jugaba, como el de proporcionar material a las células operativas. Vivía de forma humilde y utilizaba el transporte público para trasladarse. Eso sí, le gustaba mucho el juego. Las «sombras» de Merab estaban satisfechas, porque él les llevaba hasta cada miembro de la red.
Lo que no podían imaginar es que en una vigilancia en una «zona caliente» de robos en pisos iban a detectar al «vor» en labores de vigilancia. Estaba en la calle, mientras una de las células entraba en varios edificios, aunque en uno estuvo más tiempo. Al salir, los agentes les detuvieron, pero no encontraron nada. Se cree que tuvieron tiempo de esconder el botín en un vehículo «caleteado» -suelen utilizar Opel Astra y Ford Focus-, porque esa misma noche hubo denuncias de robos en pisos de ese inmueble.
La investigación ya estaba lo suficientemente avanzada como para judicializarla, y recayó en el juzgado de Instrucción 43 de Madrid. Era octubre y entonces solo se tenía el teléfono de Zviad Darsadze, que fue intervenido. Se comprobó cómo exigía a todos sus hombres las máximas cautelas con la utilización del móvil, por lo que las citas para recibir órdenes eran, casi siempre, en persona con los jefes de las células, que debían pedir permiso para verle al lugarteniente del jefe, Archil Giorgiobani, alias «Achiko».

Cumpleaños feliz

En febrero de 2014, ya con la Udyco Central incorporada al caso, se produjo otro hito en la investigación: el «vor» que dirige la red italiana vino a España para, formalmente, asistir al cumpleaños de Zviad Darsadze, aunque también le puso al corriente de la reunión de jefes convocada el 6 de enero por Zakhar Kalashov a las afueras de Erevan (Armenia) y le transmitió órdenes de la cúpula de la organización. La visita del capo, un tipo con prestigio y peso específico en la mafia georgiana, era la mejor prueba de que Darsadze era importante.
Coronado «vor» en 2000, la decisión de Kalashov de quitar ese título a todos los que habían sido nombrados después de su ingreso en prisión en España, en 2008, no le afectaba. Sobre este sujeto se supo además que quería huir a Rusia, y de hecho tenía permiso a la organización para ello. Su plan era esperar al comienzo del juicio de Javapara, antes de la sentencia, huir. Ya había hablado con la gente que le ayudaría en su nueva etapa.
Cada dato confirmaba la importancia de la operación. Pero aún quedaba el tercer hito: la aparición en escena de Francisco Figueroa, un español de origen dominicano que estaba asociado con Merab Toroshelidze para dar salida al botín de los robos. Lo hacía a través de un segundo local de compraventa de oro y alhajas, en la calle del General Pardiñas, 85, en el que no había libro de registro ni se cumplía con la legislación. Pero Figueroa, además, trasladaba a georgianos y les buscaba pisos, por lo que policialmente está claro que formaba parte de la red. El mecanismo era que Merab le llevaba el oro y las joyas su socio lo vendía o lo llevaba a fundiciones ilegales.

«Ir al servicio»

La Policía averiguó que el viernes 24 de abril Darsadze en persona y sus dos lugartenientes iban a hacer una entrega en el citado local. El dispositivo de seguridad permitió comprobar cómo Toroshelidze, Figueroa y uno de los hombres de confianza del jefe se acercaron, pero finalmente solo entraron los dos últimos. Los agentes decidieron intervenir. Confiscaron una bolsa con medio kilo de oro en joyas, de la que nadie quería hacerse cargo. «Yo solo entré aquí porque tenía ganar de ir al servicio», se justificó, torpe, el lugarteniente de Darsadze... Y lo más curioso es que, sin que nadie lo llamara, apareció el abogado del dueño del local, que preguntó a la Policía por qué no detenía al georgiano. El análisis de las joyas reveló que pertenecían a tres robos denunciados el lunes, martes y miércoles de esa misma semana.
La operación policial había hecho perder 3.000 euros a Darsadze y otros tantos a sus lugartenientes. Por ello, el capo, días después, decidió pedir explicaciones a a Toroshelidze. Le dio 15 días para devolverle ese dinero, o habría problemas. En su organización mafiosa, todos saben que no bromea. La Policía le oyó decir una vez: «Voy a llamar a todos los chicos de Madrid y al que me mienta le romperé la espalda». Pues bien, él y sus «chicos de Madrid» estánlibres por orden de un juez.