- La vida no es sino una continua sucesión de oportunidades para sobrevivir.
- La vida no es la que uno vivió, sino la que uno recuerda, y cómo la recuerda para contarla.
- El amor es tan importante como la comida. Pero no alimenta.
- No hay medicina que cure lo que no cura la felicidad.
- No, el éxito no se lo deseo a nadie. Le sucede a uno lo que a los alpinistas, que se matan por llegar a la cumbre y cuando llegan, ¿qué hacen? Bajar, o tratar de bajar discretamente, con la mayor dignidad posible.
- Los seres humanos no nacen para siempre el día en que sus madres los alumbran, sino que la vida los obliga a parirse a sí mismos una y otra vez.
- La sabiduría nos llega cuando ya no nos sirve de nada.
- La memoria del corazón elimina los malos recuerdos y magnifica los buenos, y gracias a ese artificio, logramos sobrellevar el pasado.
- He aprendido que cuando un recién nacido aprieta con su pequeño puño, por primera vez, el dedo de su padre, lo tiene atrapado por siempre.
- El escritor escribe su libro para explicarse a sí mismo lo que no se puede explicar.
- El amor se hace más grande y noble en la calamidad.
- Creo que las mujeres sostienen el mundo en vilo, para que no se desbarate mientras los hombres tratan de empujar la historia. Al final, uno se pregunta cuál de las dos cosas será la menos sensata.
- Un hombre sólo tiene derecho a mirar a otro hacia abajo, cuando ha de ayudarle a levantarse.
- No llores porque ya se terminó, sonríe porque sucedió.
- El secreto de una buena vejez no es otra cosa que un pacto honrado con la soledad.
- Dale valor a las cosas, no por lo que valen, sino por lo que significan.
- La muerte no llega con la vejez, sino con el olvido.
- No tenemos otro mundo al que podernos mudar.
- No te esfuerces tanto, las mejores cosas suceden cuando menos te las esperas.
Gabriel García Márquez