(Madrid,
1883 - 1955) Filósofo y ensayista español. Su pensamiento, plasmado en
numerosos ensayos, ejerció una gran influencia en varias generaciones de
intelectuales.
Hijo del
periodista José Ortega Munilla, hizo sus estudios secundarios en el colegio de
Miraflores del Palo (Málaga) y los universitarios en Deusto y Madrid, en cuya
universidad se doctoró en Filosofía y Letras con una tesis sobre Los terrores
del año mil (1904), subtitulada Crítica de una leyenda. Entre 1905 y 1908
completó sus estudios en Leipzig, Berlín y Marburgo, donde asistió a los cursos
del neokantiano Hermann Cohen.
Fue
catedrático de Metafísica (su titular anterior había sido Nicolás Salmerón) de
la Universidad de Madrid entre 1910 y 1936. En 1916 fue designado académico de
la de Ciencias Morales y Políticas. Fundó la Revista de Occidente (1923-1936),
la publicación intelectual más abierta al pensamiento europeo de nuestro siglo.
Aneja a ella ha funcionado una editorial que, así como su salón de tertulias,
ha representado la más selecta modernidad intelectual de su época.
Elegido
diputado al proclamarse la república, fundó con Marañón y Pérez de Ayala la
Agrupación al Servicio de la República. A partir de 1936 vivió en Francia,
Holanda, Argentina y Portugal. Regresó a España en 1945 y residió (salvo viajes
al extranjero, especialmente a Alemania) en Madrid. En 1948 fundó con su
discípulo, el prestigioso Julián Marías, el Instituto de Humanidades.
Ortega
ocupó un lugar de privilegio en la historia del pensamiento español de las
décadas centrales del siglo XX. Maestro de varias promociones de jóvenes
intelectuales, no sólo fue un brillante divulgador de ideas sino que elaboró un
discurso filosófico de notable originalidad.
Gran parte
de su actividad se canalizó a través del periodismo, un mundo que conocía por
motivos familiares y se adecuaba perfectamente a la esencia de sus tesis y a
sus propósitos de animar la vida cultural del país. Además de colaborar en una
extensa nómina de publicaciones, fundó el diario El Sol (1917), la revista
España (1915) y la Revista de Occidente (1923).
En sus
artículos y ensayos trató temas muy variados y siempre incardinados en la
actualidad de su época, tanto de filosofía y política como de arte y
literatura. Su obra no constituye una doctrina sistematizada sino un programa
abierto del que son buena muestra los ocho volúmenes de El espectador
(1916-1935), donde vertió agudos comentarios sobre los asuntos más
heterogéneos.
No
obstante, como denominador común de su pensamiento puede señalarse el
perspectivismo, según el cual las distintas concepciones del mundo dependen del
punto de vista y las circunstancias de los individuos, y la razón vital,
intento de superación de la razón pura y la razón práctica de idealistas y
racionalistas. Para Ortega, la verdad surge de la yuxtaposición de visiones
parciales, en la que es fundamental el constante diálogo entre el hombre y la
vida que se manifiesta a su alrededor, especialmente en el universo de las
artes.
El núcleo
del ideario orteguiano se encuentra en obras como España invertebrada (1921),
El tema de nuestro tiempo (1923), La rebelión de las masas (1930), Ideas y
creencias (1940), Historia como sistema (1940) y ¿Qué es filosofía? (1958).
Las
cuestiones de estética y crítica literaria fueron objeto de sus reflexiones en
Meditaciones del Quijote (1914), Ideas sobre la novela (1925), La
deshumanización del arte (1925), Goethe desde dentro (1932), Papeles sobre
Velázquez y Goya (1950) e Idea del teatro (1958). Permanentemente cercano a la
realidad inmediata, abordó los asuntos políticos en Vieja y nueva política
(1914), La decadencia nacional (1930), Misión de la universidad (1930) o
Rectificación de la República (1931).
Su estilo,
más cerca de la prosa literaria que del discurso filosófico, posee una
brillantez expositiva en la que reside una de las claves del éxito y difusión
de sus libros.